Juntó unas maderitas, algunas ramas de hojas secas y con diarios viejos hizo un gran fuego para quemar, quizás por un rato, sus recuerdos que empapelaban en un gran mural sus pensamientos y sus malos sueños. La llama hizo brasas, las brasas cenizas y el viento, dando por fin el tiro de gracia, dejó que esos recuerdos se confundieran en el aire que el pobre tipo, porfiado por sobrevivir, respiró.
Nov. 2006
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